viernes, 7 de octubre de 2011

El universo Malick (The Tree of Life)



La mayoría de los creadores luchan por alcanzar, en el instante preciso, ese punto en el cual puedan mostrar al mundo todas las cualidades que los hacen únicos para, de algún modo, sentir que han dejado huella en su esporádico paso por la vida y compensar su afán romántico de cambiar el mundo. The Tree of Life probablemente sea ese instante soñado por Terrence Malick. Y es que este trabajo no es un simple elemento más en la corta filmografía del director americano, ni siquiera me atrevería a decir que se trata más de una película que de una filosofía vital cuyo formato casualmente es el cine pero que bien podría ser la palabra, la nota, el lienzo,... A largo de su carrera, Malick se ha caracterizado por contar historias a través de una mirada vital y cinematográfica absolutamente personal y única. Por supuesto tal grado de subjetividad en la narración le ha valido para ganarse tantos adeptos como detractores lo cual no hace más que encumbrar la figura del director norteamericano gracias a una relevancia que se comprueba al ver lo imposible de la indiferencia ante su trabajo. Después de las más de dos horas de metraje uno abandona la sala acompañado de los murmullos absolutamente destructivos de los más críticos y el silencio reflexivo de quien acaba de ver un discurso que si no revelador se percibe como didáctico tanto en su aprobación como en su discusión.


Y es que fácilmente puede considerarse The Tree of Life como la obra cumbre de la filosofía vital de Malick. Filosofía que ya se podía intuir en sus anteriores trabajos donde la relación del hombre con la naturaleza que lo rodea es tan relevante como la propia historia que protagonizan dichos personajes. Esta premisa ya se hacía relevante en la extensas praderas tejanas en los inicios del siglo XX de Days of Heaven (1978) o en las sangrientas islas del Pacífico en plena II guerra mundial de The Thin Red Line (1998). Sobre las historias que se narraban en ambas obras existía un sentimento vital que sobresalía levemente de los hechos narrados y daba lugar a un misterioso y atmosférico paralelismo entre los personajes y las circunstancias que los rodean. En The tree of life esta característica se convierte en abrumadoramente poderosa hasta convertirse en la misma razón del film. Bajo la excusa de mostrar los lazos emocionales que unen y forman a cada uno de los miembros de una familia norteamericana, en los gloriosos años 50 estadounidenses, Malick muestra una reflexión vital que nace y muere en el mismísimo Big Bang y que en su camino recorre todo aquello que la razón puede considerar como vida: desde una ameba hasta un beso, desde el espíritu de supervivencia de un dinosaurio a la necesidad de éxito del ego humano, desde el nacimiento de una estrella hasta la muerte de un niño.

Intentar mostrar en una pantalla de cine al ser humano como una pauta más del comportamiento del universo y alcanzar una respuesta global de la misma existencia es una odisea de tales pretensiones que sólo unos pocos elegidos pueden alcanzar, sin ruborizarse, gracias a unas creencias tan poderosas que atraviesan sin pudor toda razón establecida. Probablemente esta premisa también caracterizaba a uno de los mayores genios de la historia de la cinematografía como es Stanley Kubrick. Y es que existen poderosas y evidentes similitudes entre The Tree of Life y 2001: A Space Odyssey (1968). Una de ellas se basa en los objetivos que una obra cinematográfica debe plantear, aunque lo realmente extraordinario de dicha comparación es comprobar como ante tal semejanza el resultado final resulte tan absolutamente opuesto. En ambos casos el punto de partida es la aparición de la vida sin embargo, nada más nacer, los caminos se convierten en paralelos. Mientras que para Kubrick la vida comienza en la razón humana para Malick comienza en los mismísimos albores de toda existencia. Una clara muestra de la dicotomía entre lo apolíneo del pensamiento kubrikiano y lo dionisiaco del sentimiento de Malick como reflexión ante un mismo concepto.


The Tree of Life responde a la creencia de que el hombre forma parte de un todo y cuya base, curiosamente, reside en esa espiritualidad que se camufla en la creencia científica de que todo lo que existe es materia nacida del polvo de las estrellas. Como tal materia el hombre, ineludiblemente, está condenado a un destino entendido como la vida en si misma donde la muerte no es lo contrario sino una pauta más de la misma existencia del ser humano, una transformación, un punto de inflexión donde la materia se transforma pero el espíritu prevalece. Un espíritu, por otra parte, formado a partir de los sentimientos descubiertos al encontrarse con uno mismo y que parten del corazón más que del cerebro, convirtiendo en banales conceptos como el trabajo, el éxito o la disciplina frente a la verdadera relevancia del amor, la risa o la pasión.


Por supuesto para alcanzar tal grado de profundidad en el contenido de una película, la forma de la misma debe estar a la altura de tal carga. Alcanzar dicha meta no sólo define y valida el sello personal de Malick sino que se convierte en la columna sobre la que se sustenta toda la credibilidad del film. Y es que The Tree of Life posee la mayor herramienta para defender cualquier pensamiento: la sinceridad. La sinceridad tiene la particularidad de ser absolutamente reconocible gracias al equilibrio incorruptible de su naturaleza. Un equilibrio que sustenta la totalidad del film bajo una poesía fílmica nacida de la búsqueda de la belleza de las cosas como punto diferenciador de las partículas elementales de la existencia. La cámara o los ojos de Malick parecen volar sobre la historia con las mismas premisas que la mosca en la pared del free cinema británico pero con el añadido de la movilidad que persigue la visibilidad de lo etéreo a través de la belleza de cada acto. Lo etéreo que, por otro lado, todos percibimos ante la inmensidad que nos rodea a través de nuestros cinco sentidos pero que en el cine, ante la carencia de dicha totalidad, debe ser equilibrada con herramientas “irreales” como la perspectiva múltiple que siempre enfoca cada acto desde el prisma adecuado. Una "irrealidad" que, a su vez, se compensa con la luz natural de su fotografía o con el especial respeto al obviar el "corten" a la hora de rodar las interpretaciones tanto naturales como humanas. Esta sinceridad otorga a la película una armonía tal, que resulta impropio creer en su negación pero que abre cordialmente sus puertas ante su discusión, sobre todo a aquellos más puristas que pueden llegar a denominar esta clase de lenguaje como publicitario.

En definitiva he de admitir que bajo mi subjetividad no comparto las creencias de Malick, en este sentido me encuentro mucho más próximo al planteamiento kubrikiano, pero como cinéfilo defiendo y admiro un discurso tan enriquecedor como único. Y aunque difiera claramente de conceptos como el destino, crea absolutamente en la individualidad del ser humano y me identifique con lenguajes cinematográficos más "realistas", no me resulta difícil catalogar esta película como una obra maestra, sobre todo si tenemos en cuenta que tal adjetivación se sustenta en el convencimiento de que dichas obras tienen la suficiente relevancia como para provocar una reacción que, aunque sea mínima, supone una reflexión que nos acerca más a reconocer las ideas en las que creemos. Uno puede salir de la sala murmurando improperios o divagando razonamientos pero lo único seguro es que todos sabrán más de sí mismos después de ver esta magnífica obra cinematográfica.

Como consejo y reflexión final aconsejo que no se acuda a esta película en busca de un mero entretenimiento de domingo dado que si eso es lo que buscan saldrán profundamente decepcionados. En favor de que puedan comprobar de lo que les hablo y bajo la premisa de no compartir nunca películas que tengan menos de cinco años -el arte hay que compartirlo pero también hay que respetarlo- a continuación les dejo un enlace donde se pueden descargar Days Of Heaven (1978), la segunda película de Malick que es una muestra clara del mundo cinematográfico de este misterioso director norteamericano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario