jueves, 24 de noviembre de 2011

El género como salvación (Drive, 2011)

Ya sea en los bajos fondos nórdicos del siglo XXI –Pusher(1996), Bleeder(1999)-, en las estepas salvajes que poblaban los vikingos en el siglo X – Vanhalla Rising(2009) o en las cárceles prutrefactas en las que malvivió Michael Peterson- Bronson(2009)-, el director danés Nicolas Winding Refn siempre ha tenido por objetivo mostrar todas las caras nacidas del carácter obsesivo, adulador y excesivo de la violencia humana. Siempre utilizando como escudo el estilismo de un lenguaje tan sumamente exagerado como cercano al video-clip, como tanto gusta a los Guy Ritchie o Tony Scott, el director danés siempre parecía más preocupado por explotar lo atractivo de la sangre para el consumo de la gran masa que en mostrar una mirada personal y crítica sobre el tema de la violencia. Su personalidad se perdía en un discurso que alternaba, sin la menor armonía, entre lo artístico y lo artesanal provocando que todo sello personal se diluyese y que, únicamente, disimulaba su falta de entidad gracias a una crudeza en el contenido de sus obras que lo salvaban “in extremis” del abandono inmediato de la sala. Es extraño comprobar como, tras ver su último film, la carrera de este director danés pueda simbolizarse con un camino hasta esta notable Drive (2011) donde, por fin, el director danés parece haber encontrado acomodo y, al mismo tiempo, equilibrio de la mano del género negro puro. Este hecho da buena cuenta de una tipología de profesional de la dirección que, por cada trabajo, pule su personal estilo hasta alcanzar una fórmula narrativa tan eficaz que consigue la capacidad de hacer diferente lo común a través de los matices que su personalidad entrega a cada relato. Dicha tipología de director sobrevive en el seno del cine de género y, en este caso, asumiendo unas posibilidades más cercanas a los atributos de un artesano que a las de un artista sin que por ello haya que obviar a ninguna de las dos.

En Drive(2011) se nos presenta una auténtica película de género noir donde un experto conductor, especialista de cine de día y delincuente a pequeña escala de noche, se ve envuelto, al querer ayudar a su preciosa vecina, en una trama con la delincuencia organizada de los bajos fondos de Los Ángeles. Ryan Gosling está sencillamente inconmensurable en su contenida interpretación de un callado joven descrito a través de cada gesto más que de cada palabra, lo que da prueba de la riqueza tanto de la interpretación como de la reinvención de un discurso narrativo que se apodera de las multiplicidad de posibilidades y miradas que un personaje tan peculiar puede entregarle a cualquier largometraje. Cada pauta de la personalidad de este antiheroe es tan cercano al film noir clásico norteamericano, al simbolismo de las películas de acción de los 70 y 80, a la totalidad de la filmografía del director Michael Mann como a la evidente, aunque no del todo acertada, comparación con Taxi Driver (1976). Gosling, secundado por una comedida Mulligan, el siempre genuino Ron Perlman, el sorprendente Brooks- que también participó en la mencionada Taxi Driver (1976) aunque en un papel más cercano a su rol cómico- y por el televisivo Bryan Cranston -al que su trabajo en la serie Breaking Bad parece abrirle cada vez más puertas en el cine-, protagoniza un viaje por un valle de sombras que tiene como resultado el clásico renacimiento anual del cine de género negro.

Y, aunque se le puedan hechar en cara ciertas tendencias banales en el uso de la imagen, como pueden ser el exagerado poder cromático de la fotografía o el uso publicitario de la música, la figura de este danés se ha revalorizado ostensiblemente dado que, si mantiene ese margen de mejora a través de la reeducación de su estilo en favor de la correcta y artesanal narración de cada historia, es, casi seguro, que su enorme personalidad dejará tanta o más impronta que la que ya nos deja este notable film. Prueba de lo que les digo es que Drive (2010) fué galardonada en el pasado festival de Cannes, cuna por excelencia del cine de autor, con el premio a mejor director lo que da muestra del sello que dicha personalidad entrega a un género que, normalmente, no es tan bien acogido en dicho festival. En definitiva parece que a Nicolas Winding Refn le han sentado muy bien los aires americanos, su hermanamiento con Gosling-protagonizará sus dos próximos films- y la aceptación tanto del género como de sus capacidades artesanales por encima de las artísticas, catapultando su valoración hasta la calidad de firme estandarte de la defensa del film noir de los próximos años.

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